Primero a mí, por teléfono, con una
melancolía medio divertida: “me imagino que no volveré a la escuela…”.
“¿Por qué no, Jan?”.
“Ah, mi madre. Dice que no podemos
permitírnoslo”. ¿Cómo puedo reproducir el tono indiferente de la voz de Janice,
diciendo en una conversación que lo que quería no podía tenerlo? “Así que me
imagino que no regresaré”.
“Lo siento tanto, Jan”.
Pero luego, sorprendida por otra idea:
“¿sabes qué?”.
“¿Qué?”.
“Estuve a punto de matarme esta tarde”.
“¡Jan!
¿Cómo?”.
Casi juguetona, indiferente: “me encerré
en el garaje y encendí el motor del auto”.
“Pero ¿por qué?”.
“No sé. Por no poder regresar, me
imagino”.
“¿Qué pasó?”
“Ah, el tipo que cortaba el pasto oyó el
motor y vino y me sacó. Yo ya estaba casi ida”.
“Pero qué terrible, Jan. ¿Qué te hizo…?”.
“Ah, vaya. Dime…”, cambiando de nuevo,
“¿irás a donde Sally esta noche?”…
Y, luego, esa noche en donde Sally,
Janice no estaba en el centro del grupo sino que estaba sentada hablando conmigo
y con Bob: “Casi me mato esta tarde, Bob”.
“¿Qué?”.
Suavemente: “Casi me mato. Me encerré en
el garaje con el motor del auto andando”.
“Pero ¿por qué, Jan?”.
“Me imagino que porque no me van a dejar
volver a la escuela”.
“Ay, lo siento, Jan. Pero ¿qué pasó esta
tarde? ¿Qué hiciste?”.
“El tipo que cortaba el pasto me sacó”.
Sally que llega: “¿Qué dices, Jan?”.
“Ah, no regresaré a la escuela”.
Yo, interrumpiendo: “¿cómo se sintió
morir, Jan?”.
Riendo “Vaya, como chistoso. Todo negro”.
Luego, respondiéndole a la mirada incrédula de Sally: “casi me mato esta tarde,
Sally …”.
Shirley Jackson (1938)